Viernes 22 de junio. Nos despertamos bastante tarde, resacosos. Desayuno bufé con abundante bollería. En coche a
Jerash o Jerasa o Gerasa por una autopista buena a veces, a veces no. Pasamos por las afueras de
Ammán, un conglomerado urbano bastante horroroso: Feas construcciones modernas y caos urbanístico generalizado, pero no la clásica miseria del tercer mundo. A destacar la influencia de Bizancio en la reciente arquitectura popular jordana, una rara mezcla de Constantinopla con el Estilo Internacional. Llegamos a Jerasa, aparcamos y sacamos tickets para visitar la antigua ciudad helenística y romana.

Las ruinas son impresionantes, por la calidad y dimensión de teatros y templos (especialmente los de Zeus y Artemisa). Una plaza oval, rodeada de columnas, nos recuerda inevitablemente a
Bernini y el Vaticano. Cardo y Decumano porticados, un increíble ninfeo... El circo ha sido reconstruido y –bajo la dirección de una firma norteamericana muy en plan showbusiness- organiza luchas de gladiadores y carreras de cuádrigas, todo interpretado por soldados del ejército jordano (recomendable para fetichistas del
“peplum”).

Cuando entramos en uno de los dos teatros nos sorprende una música totalmente inesperada: El Himno a la Alegría, interpretado por una banda de soldados gaiteros. Jordania es, al fin y al cabo, un invento británico y como tal, imita las costumbres del Imperio, aunque creo que
lo de Ludwig Van es una concesión a la Unión Europea. Jordania, patria querida. Unas pepsis en la cafetería del recinto y nos volvemos al hotel. Comida en el bufé, de nuevo un surtido de especialidades suizas y del próximo oriente.
Hummus y
Emmental. Siesta.

A partir de las seis de la tarde el sol empieza a perder su agresividad y entonces se puede salir a su encuentro. Piscina y luego un rato largo en la playa del Mar Muerto, flotando y frotando. Nos cubrimos de barro negruzco y lo vamos dejando secar al sol. Escuece. Nos duchamos bien y entramos al spa. Que no sé por qué a todo el mundo le da por llamarlo spa, si es un balneario. Piscinas de varios tipos, con y sin burbujas. Agradable y terapeútico. Lo mejor son las piscinas panorámicas al aire libre, donde vemos el atardecer. Mas allá del Mar Muerto, el sol se pone por detrás de las montañas de Palestina.

Es el fin de las vacaciones. El alma se serena, despedida y cierre de la emisión.