08 agosto 2010

Baden Baden (II)

Termino el re-desayuno y prosigo el paseo. Ahora me encamino a Cibeles por Recoletos. El otrora hermoso paseo, tontódromo de la ciudad, bulevar florido donde ver y dejarse ver. Sobre todo en noches oscuras. Abandonado a su suerte en los últimos veinte años. Último refugio entre autopistas de chaperos, yonquis y demenciados. Recibe ahora un tratamiento de choque por el Ayuntamiento. ¿Sobrevivirá?


Un suelo compacto de alguna misteriosa amalgama sustituye al roto pavimento de cerámica. Las mencionadas farolas de Ikea (la farola modenna, la farola de moda), al modelo anterior de luminaria, un tanto cursi y recargado de floripondios, es cierto, pero los floripondios fueron cosa del Sr. Álvarez del Manzano y López del Hierro (era un único señor a pesar de tanto apellido). Unos bancos de grantito anti-ergonomía reemplazan a los anteriores de madera y hierro forjado, tan cómodos y todavía en buen uso. Para cruzar a Bárbara de Braganza tienes que dar un extraño rodeo, porque la nueva peatonalización supone que el paso de peatones no está en su sitio (la esquina) sino muchos metros más allá.

Los que no desaparecen son los añadidos hosteleros que depredaron los jardines laterales en los años 90: El mostrenco kiosko-terraza del café Gijón, el abusivo capricho Art-Nouveau del Espejo. Y los plásticos soportes grafiteros de los puestos de helados. Y el espantoso acceso (de pus) a la estación de Renfe (ahora Adif). Cuando paso del tramo re-decorado al viejo y decadente, no puedo evitar un suspiro de alivio. Aquí al menos la luz reflejada en el granito y el acero no daña la vista.

Llego a Cibeles y cruzo por el lado del Banco de España. Aquí tengo que reconocer que el Ayuntamiento de RuizGa tuvo (hace años) el buen criterio de poner semáforos y eliminar pasos subterráneos. Pero alcanzo la zona central del paseo del Prado y compruebo que sigue tan abandonada y cutre como solía.

Un puesto de helados con toda su intendencia y aparato electrónico. El kiosko de prensa de toda la vida. Y una infinidad de objetos de mobiliario urbano, inútiles salvo como soporte publicitario. Destaca una de esas absurdas señales luminosas marrones que orienta a los turistas en español, inglés y japonés. Un amigo nuestro, británico él, se descojona vivo cada vez que la ve, al advertir que “plaza de Cibeles” se dice en inglés “plaza de Cibeles”. Elementary, my dear Watson.

El mal humor que siento al imaginar el pastón que nos hemos gastado los madrileños en el nuevo despachito del alcalde (antes Notre Dame des Communications) se me pasa un poco paseando por el bulevar junto al antiguo ministerio de Marina. Sombra, verdor, estilo. Y enfrente, la fuente de Apolo, tan fresca y armoniosa.

Pero llego a Neptuno (a.k.a. plaza de Cánovas del Castillo) y me vuelvo a derrumbar: Aquí también, junto a los museos del Prado y Thyssen, entre el Palace y el Ritz, la farola terminator, la farola que acabará con todas las farolas. Se trata de la casi finalizada remodelación del tramo final de la Carrera de San Jerónimo.

Redecora tu vida o muere, maldito bastardo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

A lo mejor con el paso de los años te acostumbras... Digo por decir.

Anónimo dijo...

Interesante descripción del paseo.
Un saludo

Alfredo dijo...

Si, Alber, es triste pero a todo se acostumbra uno.

Un saludo, Enrique Fidel, y gracias por haber utilizado (un poco abusivamente) tu excelente post sobre el palacio de Medinaceli.