22 octubre 2005

Panteón


Hace unos días –sin apenas formación previa, salvo cursos de intranet que nadie utiliza por falta de tiempo y una "lujosa" carpetilla promocional- comenzó a funcionar en mi trabajo un nuevo sistema informático. Llamémosle Panteón, porque acabará llevándonos a la tumba. Es una aplicación que en teoría sirve para cualquier cosa de las que hacemos en mi trabajo bancario de alta banca. En la práctica, resulta anticuado (todavía da muchas cifras por omisión en pesetas), inoperativo (al escribir una cifra, para pasar de la parte entera a los céntimos hay que usar el tabulador, no vale la coma ni el punto decimal, lo que invalida el teclado numérico) y coñazo (pone el acento en controlar y fiscalizar al máximo cualquier operación, lo que equivale a mucho más trabajo burocrático). Es, en suma, mucho más antiguo y peor que el sistema que hasta ahora veníamos utilizando (llamémosle Rito).

¿Por qué entonces nos lo han colocado?

Pues porque alguien en las alturas de nuestro consejo de administración tiene una empresa que vende al banco el software que está detrás de Panteón. El sistema Rito había sido desarrollado por informáticos del propio banco (ya no hay, han sido externalizados) y no pagaba licencias.

¿Y por qué nos lo han colocado sin un mal curso de formación previo y, sin embargo, estoy convocado la semana próxima para un fastuoso curso de "prevención del blanqueo de dinero" ?

Los cursos de formación cuestan dinero y no interesan. Pero algunos están promocionados por instituciones públicas (UE, Estado, Comunidad Autónoma, etc...). Esos si interesan, porque dan lustre y una pasta gansa al fulano que los imparte, que suele ser cuñao de alguien. Y como los paga el contribuyente, aquí paz y después gloria.

¿Y quién paga al final los platos rotos del Panteón?

El empleado, que ve aumentar sin medida los marrones a su alrededor, y el usuario de banca, que debe esperar largas colas para ser mal atendido por empleados malhumorados que no pueden hacer medianamente bien su trabajo porque carecen de medios. A largo plazo, también el pequeño accionista que tarde o temprano verá menguado su capital por una pésima gestión.
¿Qué puede hacer el usuario normal de banca ante estas situaciones?
Denunciar al banco a través de asociaciones de consumidores, o directamente ante el Banco de España. Nunca descargar su agresividad sobre el empleado que le atiende. En la mayoría de los casos, no tiene la culpa de nada, no es responsable del maltrato recibido, no puede arreglar el problema. En los últimos días me han llamado "ladrón", "sinvergüenza" y unos cuantos epítetos más. Simplemente por estar en primera línea, detrás de un mostrador. ¡No es justo, señores!

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