14 mayo 2006

Méksiko lindo y kerido (y II)



Miércoles 03/05/06. Desayunamos a la continental en el hotel y vamos en taxi al Museo de las Momias. Si. Algo así de truculento y morboso parece impropio de nuestro gusto exquisito (ejem), pero es que Alfonso lo había visto en un documental de National Geographic y tenía ganas. Pues eso: Truculento y morboso, sin ahorrar un ápice de truculencia y morbo. Aquí les privan "los muertesitos". Y eso me hace pensar que en Europa tenemos un fuerte tabú en torno a la muerte. Está feo mencionarla siquiera, no digo ya visualizarla de esta manera. ¡Yuyu!. Después paseamos hasta el centro sorteando los mil túneles que socavan la ciudad para canalizar el tráfico rodado. Re-desayunamos a la mejicana en la terraza de un bar, en una agradable plaza peatonal. Cambiamos pesos en uno de los innumerables bancos españoles (oh, la globalización) y visitamos la casa-museo de Diego Rivera. Taxi a la estación de autobuses para iniciar excursión a San Miguel de Allende. Alfonso se da cuenta de que ha perdido la cámara de vídeo. Vuelta al hotel: Allí no está. Vuelta al centro de Guanajuato. Finalmente aparece en el bar del re-desayuno (un aplauso para los guanajuatenses honrados). Embarcamos en un autobús para San Miguel, localidad situada a unos 100 kms. de Guanajuato, famosa por sus encierros y por el turismo sofisticado jipi-pijo que acude regularmente a sus hoteles, restaurantes y galerías de arte. Muy bonito, tranquilo y relajante. Paseamos, compramos regalos y hacemos merienda-cena en una terraza de la plaza mayor, mientras un grupo folklórico precolombino baila una penosa danza de la lluvia. ¡Si Moctezuma levantara la cabeza!

Jueves 04/05/06. Muy temprano, a Pátzcuaro vía Morelia. No hemos desayunado, pero al subir al bus te dan una bolsita de catering con un refresco, polvorones (!) y un cuernito (croasán) de jamón y queso con jalapeños, marca Lonchibón (grupo Bimbo). Luego te ponen alguna horrorosa película sub-hollywood sobre adolescentes en crisis y tal, rollo tardes de antena 3 "basado en un hecho real". Llegamos a Pátzcuaro a la hora de comer. Nuestro hotel, Mansión Iturbe, es precioso y ocupa un lugar privilegiado en la plaza mayor. Dejamos los trastos en la habitación y nos vamos a la cosa del papeo. Mientras comemos (varias cervezas Corona) Alfonso se pone pálido, se marea, le da un surmenage. Volvemos al hotel. Después de una reparadora siesta parece haber mejorado y salimos a explorar la ciudad. Que es, en realidad, un pueblo grande con un centro histórico perfectamente conservado, todo pintado en blanco y granate. Mucho menos sofisticado que San Miguel de Allende pero no menos atractivo por su arquitectura colonial, su artesanía (es el paraíso del mantel de colorines) o la proximidad del cercano lago Pátzcuaro. Por otra parte nos enteramos de que también hubo algún español bueno durante la Colonia, aunque don Diego Rivera no lo pintase.

Viernes 05/05/06. Es fiesta nacional, aniversario de la batalla de Puebla, en la que los mejicanos vencieron al ejército francés deteniendo (de momento) la intervención militar que daría lugar al Imperio de Maximiliano. Es por esta conmemoración que desde primera hora de la mañana se escuchan en la plaza tambores y niños cantando. El desayuno está incluído en el precio de la habitación, así que bajamos al restaurante para lo que suponemos será una frugal colación. Bueno: Ensalada de frutas, café sin límite, huevos fritos, revueltos o en omelet (aquí una tortilla es otra cosa) y un surtidito de bollos y dulces, entre los que encontramos unas pastas iguales que las del pueblo de Alfonso y otras que son como flores de Calatrava. Deducimos que el cocinero es de Quintanar de la Orden. Tras el ágape, dejamos las maletas preparadas, pagamos el hotel y tomamos un taxi hasta el embarcadero para una excursión por el lago, con visita a dos de sus islas. Muy agradable, aunque las islas decepcionan un poco: de lejos parecen algo y, al llegar, te das cuenta del cutrerío circundante. La isla principal, Janitzio, está sobreexplotada por el turismo y es toda ella un mercadillo de souvenirs horteras. Recomendable para los amantes del kitsch. Volvemos, recogemos las maletas y a la estación de autobuses para ir a Morelia. Sobre las cuatro de la tarde llegamos a esta ciudad, capital del estado de Michoacán, antes llamada Valladolid. Hotel de la Soledad, en el centro: Hermoso edificio del siglo XVII con patio monumental, pero con algunos defectos: caro, cuartos de baño prehistóricos y habitaciones exteriores muy ruidosas. Descansamos un rato tomando un café en los soportales de la plaza, frente a la impresionante catedral barroca. Luego hacemos un recorrido por toda la ciudad, sorprendente desde todos los puntos de vista. Acabamos agotados, tomando unas cervezas (León) en un bar supermoderno cerca del acueducto. Por la noche, nos damos un premio: cena de despedida en restaurante pijísimo de nueva cocina mejicana: "La Azotea", en la idem del hotel Los Juaninos y con magníficas vistas a la catedral iluminada. Dos platos cada uno más postres y vino mejicano de Domecq: 45 euros.

Sábado 06/05/06. Desayuno rápido en un Sanborns y taxi a la estación de autobuses. ETN hasta México-Observatorio y una hora más de taxi hasta el aeropuerto. Para facturar el equipaje nos hacen pasar por un registro bastante ridículo. El aire condicionado está a temperatura del Polo Norte. Pasamos al área de embarque y dutifrís y me pongo a buscar una botella de tequila que me han encargado. Inmediatamente me veo rodeado por un ejército de vendedores que me hacen superofertas y pretenden realizar la venta en tiempo récord. Me pongo nervioso, cuando voy a pagar pierdo un poco los papeles y uno que yo me sé me llama histérico. Eso me pone furioso. Ya más tranquilos, tomamos un sandwich y nuestras últimas cervezas mejicanas en una cafetería y esperamos pacientemente el embarque. Después, 11 horas de avión (Aeroméxico) y vuelta a la vida real.

No hay comentarios: