Trabajé, hace años, en el Departamento Financiero de mi Superbanco. Mi labor consistía en elaborar la revista de Bolsa que se enviaba a clientes selectos, sucursales, instituciones y medios de comunicación.
Por esa razón, al cabo de algún tiempo me convertí en un experto en la fabricación de gráficos de cotizaciones o de indicadores económicos. Y en su manipulación.
Por ejemplo: Al Banco le interesaba colocar en el mercado una emisión de nuevas acciones de la acreditada compañía “Sucesores de la Viuda de Pérez, S.A.” (posteriormente conocida como “Global Web Resources Ltd”). Pero la cotización de las acciones viejas no era muy allá en los últimos meses. Pues nada, se hacían varios gráficos comparando durante distintos periodos la evolución bursátil de la empresa con la del Indice General hasta que se obtenía el perfil más favorecedor.
O llegaba mi jefe y me pedía un gráfico que justificara sus clarividentes predicciones sobre la evolución del tipo de interés del Bundesbank a la luz de las última curda de Boris Yeltsin. No problemo, al momento tenía yo en mi Lotus 123 un hermoso diagrama demostrando irrebatiblemente la inevitabilidad de las próximas medidas de ajuste monetario. O de todo lo contrario, a gusto del consumidor.
Por eso, cuando observo ahora a nuestros líderes políticos agitando en la mano bonitos gráficos de colorines que prueban fehacientemente lo requetebién que lo están haciendo unos o lo muchísimo mejor que lo hacían los otros, pues es que me descojono de risa. Así de claro.
Y no dejen de leer, por favor, este documentado artículo de El País.
Quod erat demonstrandum.