Yo creía que era español.
Nací y crecí en Madrid y me eduqué en castellano, tengo dificultades para conversar en cualquier otro idioma. Me gustan Velázquez y Picasso, la tortilla de patatas y el gazpacho, Jorge Manrique y el romancero -pero también Goytisolo o Mendoza-, el suave Mediterráneo y las borrascosas costas del Cantábrico, las llanuras de Castilla y todo lo que riega el Guadalquivir. Tributo a la hacienda pública del Reino de España, voto periódicamente como un ciudadano más y mi pasaporte dice que tengo la nacionalidad española.
Falso.
Yo soy guiri.
El mundial de fútbol me ha quitado la venda de los ojos.
Vaya por delante mi alegría por el triunfo de la Selección. Se merecen lo mejor, son guapos y simpáticos, Iker es un cielo, Del Bosque me cae fenomenal. Enhorabuena para todos ellos.
Pero así y con todo, no me gusta el fútbol. No siento ninguna emoción cuando marcan o dejan de marcar, me aburre soberanamente y siento total indiferencia si el equipo de la Confederación Helvética nos cuela un gol. Tampoco me gustan las multitudes de ningún color ondeando banderas. Es algo genético: Veo una multitud con banderas y echo a correr. Desde siempre.
Y ayer, cuando paseaba por Lavapiés -pensabamos cenar en un indio de la zona-, un gracioso magrebí, portador de la enseña patria y enfundado en camiseta carmesí, me intentó explicar en inglés lo contentísimo que estaba porque España era the champion of the world.
Ahí me di cuenta. Soy un guiri.
Nací y crecí en Madrid y me eduqué en castellano, tengo dificultades para conversar en cualquier otro idioma. Me gustan Velázquez y Picasso, la tortilla de patatas y el gazpacho, Jorge Manrique y el romancero -pero también Goytisolo o Mendoza-, el suave Mediterráneo y las borrascosas costas del Cantábrico, las llanuras de Castilla y todo lo que riega el Guadalquivir. Tributo a la hacienda pública del Reino de España, voto periódicamente como un ciudadano más y mi pasaporte dice que tengo la nacionalidad española.
Falso.
Yo soy guiri.
El mundial de fútbol me ha quitado la venda de los ojos.
Vaya por delante mi alegría por el triunfo de la Selección. Se merecen lo mejor, son guapos y simpáticos, Iker es un cielo, Del Bosque me cae fenomenal. Enhorabuena para todos ellos.
Pero así y con todo, no me gusta el fútbol. No siento ninguna emoción cuando marcan o dejan de marcar, me aburre soberanamente y siento total indiferencia si el equipo de la Confederación Helvética nos cuela un gol. Tampoco me gustan las multitudes de ningún color ondeando banderas. Es algo genético: Veo una multitud con banderas y echo a correr. Desde siempre.
Y ayer, cuando paseaba por Lavapiés -pensabamos cenar en un indio de la zona-, un gracioso magrebí, portador de la enseña patria y enfundado en camiseta carmesí, me intentó explicar en inglés lo contentísimo que estaba porque España era the champion of the world.
Ahí me di cuenta. Soy un guiri.