19 noviembre 2005

Japón (II)



Los japoneses: bajitos, pulcros, ceremoniosos, serviciales, sonrientes. A veces no tan bajitos. A veces gritones, agresivos. Si te pones por medio en su camino, te empujan sin cortarse un pelo. El trato con el (bárbaro) occidental es correctísimo: Te ayudan en lo que pueden, apenas saben inglés pero hacen esfuerzos para entenderte. Te miran y se descojonan: No sé porqué pero les hacemos mucha gracia. En el metro, se sientan y se quedan automáticamente fritos. Los que no, van jugando con cositas electrónicas o leyendo manga. Todos los escolares llevan uniforme. Los chicos, de azul marino hasta el cuello con botones dorados y zapatillas deportivas blancas, las chicas de marineritas. Algunas colegialas muy desarrolladas llevan minifaldas imposibles, un estilo manga provocativo que seguro que aumenta las estadísticas de violaciones. Para leer y escribir, utilizan dos alfabetos silábicos propios, diferentes según la ocasión, y unos 4.000 ideogramas chinos (kenjis). Además del alfabeto occidental. En estas condiciones, necesariamente piensan de otro modo.

Kioto: La antigua capital imperial hasta la revolución Meiji de 1867. Menos machacada que Tokio por los bombardeos de la segunda guerra mundial, conserva palacios magníficos, templos suntuosos, jardines que te dejan con la boca abierta y babeando. Sigue existiendo un barrio antiguo, Gion, famoso por sus escuelas y casas de geishas, aunque sospecho que las dos o tres que se dejan ver por la calle son meros reclamos de la oficina de turismo local. También hay rickshaws, carruajes tirados por hombres (aquí, entre nosotros, jóvenes bastante macizorros) y, sorprendentemente, tienen clientes locales (yo creía al principio que eran para los guiris, como las calesas en Sevilla).

No hay comentarios: