Al comenzar el año he recibido un regalo inesperado de la empresa en la que trabajo. Llegó en una gran caja de cartón de la mejor calidad, primorosamente envuelto y personalizado a mi nombre –y otras tantas cajas al de los demás empleados de la sucursal. Por el tamaño y el color del envío, parecían enteramente cajas de bombones. ¡Oh sorpresa!: Tras varias capas de papel satinado se escondía un libro de tapas escarlata con el logotipo reducido del Grupo y el título: "Nuevo Diccionario de Conceptos". En la primera página, un Alto Capitoste nos explicaba las razones del regalo:
"Hemos hecho un alto en el camino porque, una vez alcanzadas metas de las que nos sentimos orgullosos, hay que marcarse otras nuevas. Contamos contigo para afrontar esta nueva etapa, empezando de nuevo, retomando ilusiones, ampliando miras..."
Las cinco páginas siguientes están dedicadas a una poética redefinición de conceptos como "Confianza", "Compromiso", "Producto", "Servicio" y "Cliente". Con perlas como: "Confianza debería significar que tú crees en mí, porque yo creo en ti, porque tú crees en mí", "¿No podría compromiso dejar de ser una palabra y convertirse en un hecho?", o " ¿Somos clientes porque protestamos? Damos por hecho que cliente significa reclamar. ¿Y no debería significar confianza? ¿No podría significar relación?..."
En la página seis se nos invita a anotar en el libro cada témino que nos parezca importante y dotarlo de significado. El resto del libro está en blanco.
¡Qué bonito y qué emocionante! ¡Qué nos importa que no funcione el viejo fax, que el cajero automático sea un monumento a la obsolescencia! ¡Ya no nos podemos quejar de la escasez de personal, de que no se cubran las bajas por enfermedad, de los traslados forzosos a destinos siberianos! Ahora tenemos un nuevo diccionario que podemos rellenar con nuevos significados para viejos conceptos... Semiótica orwelliana a nuestro alcance!
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