Guajira, Guantanamera. Paseo esta tarde por la plaza de Oriente y escucho una canción. Quiero hablar de Cuba, ese trozo de España, esa provincia que España perdió hace poco más de 100 años tras haber impuesto a sangre y fuego un curioso concepto de la unidad de la Patria. Esa isla deliciosa que se convirtió desde entonces en prostíbulo de los Estados Unidos. Hasta 1959, cuando la Revolución de Fidel Castro. Caudillo a la fuerza y por la gracia de la Unión Soviética, liberador del dominio gringo, reconocido machista y homófobo de pro, enemigo del capitalismo internacional, amigo de Fraga Iribarne y otros jerarcas del franquismo, líder iluminado que todavía, medio moribundo y con la nepótica ayuda de su hermano, rige el destino de Cuba y su Revolución como si fuera un experimento en su finca privada. Ojalá tenga Cuba su Adolfo Suárez, alguien inteligente que desde dentro del régimen sepa encauzar la transición a un sistema democrático sin violencia, sin entregar la isla a los fanáticos de Miami, sin renunciar a la independencia del poderoso vecino del norte. Y eso, Guantanamera. Guajira, Guantanamera.
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