Sábado 9 de Junio. Llegamos a Tel Aviv. El aeropuerto es bonito y moderno y todos los letreros están escritos en hebreo, árabe e inglés. Son las 05:30 (hora local). Cambiamos nuestros euros por shekels (1 EUR = 5.50 ILS aprox.), tomamos un café y alquilamos un coche que ya teníamos reservado. Me doy cuenta de que me dejé olvidado el carné de conducir en Madrid, así que sólo conducirá Alfonso. El rapaz de la compañía de rent-a-car nos ofrece un upgrading a un coche mejor (Ford Focus) por un pequeño suplemento. Caemos en la tentación y resulta ser un coche automático, un coñazo estilo americano sin reprís en las cuestas ni en los adelantamientos. Tras los nervios iniciales, Alfonso se hace con los mandos y nos dirigimos a la ciudad. Grandes autopistas, centros comerciales, urbanizaciones, todo muy moderno. Parece Gandía. El centro de la ciudad resulta, sin embargo, algo deprimente: Es como si hubiera quedado anclado en aquella época gloriosa de los 70 en que Israel ganaba siempre el festival de Eurovisión. Yeyé revenido, diría yo. Dejamos el coche en el parking del hotel, nos instalamos y salimos a dar una vuelta. Pasamos por barrios de casas bajitas, de inspiración Bauhaus. Muchos de los arquitectos europeos de las vanguardias eran judíos y vinieron aquí en los años treinta y cuarenta. En general presentan un mal estado de conservación, con feos añadidos o viejos aparatos de aire acondicionado. Comercio pobretón. Salimos al paseo marítimo: Edificios enormes de hoteles y apartamentos. Mucha gente corriendo en ropa deportiva. Una hilera de banderas arcoiris nos recuerda que la víspera fue aquí el desfile del Orgullo Gay, con la emblemática presencia de Dana International en los carteles. Nos sentamos en la terraza de un chiringuito. Los chicos y chicas estallan de modernos. Una sociedad avanzada, libre y próspera al borde del mar.
¿Es ésto real?. Es real, pero me da la impresión de que es sólo una parte de la realidad. Es la “burbuja” que denuncia Eytan Fox en su última –e imprescindible- película (no dejéis de verla antes de seguir leyendo ésto). Esta gente bronceada que nos rodea está aquí ahora porque sus padres o abuelos vinieron de Europa y América huyendo de horribles persecuciones, de la discriminación, del rechazo. Quisieron construir un país nuevo y utópico para una nación imaginaria: Los judíos. Pero ¿qué son los judíos?. ¿Por qué razón alguien es “judío”?. ¿Por su raza? De ninguna manera. Frente a la aberrante opinión de los nazis, no existe una raza judía: Pueden ser altos o bajitos, morenos o rubios, de rasgos mediterráneos o germánicos o eslavos o africanos o indios quechúas. ¿Por su lenguaje?. Falso. El hebreo contemporáneo es un lenguaje moderno, inventado a partir de los textos sagrados. Los judíos de todo el mundo hablaban alemán yidish o español sefardí o francés o ruso, pero no hebreo. Eso era un lenguaje raro, apenas entendido, algo reservado para ceremonias religiosas –como el latín de las misas de mi infancia. Si, indudablemente existe un origen común, una milenaria conciencia de grupo aparte basada en tradiciones y costumbres transmitidas de generación en generación.
Y la religión. Si un argentino –pongamos por caso, y es un caso muy frecuente- quiere emigrar a Israel, puede hacerlo libremente de acuerdo a los términos de la Ley de Retorno (copio y pego): “La Ley del Retorno, promulgada en 1950, garantiza a cada judío, se encuentre donde se encuentre, el derecho de ingresar a Israel como "olé" (judío que emigra a Israel) y devenir ciudadano israelí. Para los propósitos de la ley, "judío" es una persona nacida de madre judía o que se convirtió al judaísmo, y que no es miembro de otra religión”. De manera que el hecho diferencial definitivo es ése: la religión. El Estado de Israel –a pesar de su pretendida laicidad- es ante todo el Estado de los judíos que practican el judaísmo, no de los hebreos, no de los semitas, ni siquiera de sus propios ciudadanos.
De modo y manera que mis compañeros de chiringuito están aquí, tan modernos ellos, saltándose a la torera las restricciones del sabbath con su tanga de leopardo y su paquete de Winston en la mariconera, gracias a esos otros ciudadanos: Los de sombrero negro y tirabuzones. Ya que era el deseo y la necesidad de crear un estado para los judíos lo que llevó a la creación de Israel.
Comemos unos sandwiches rollo healthy en un bar de mucho diseño. Camareros guapos y simpáticos. Por la tarde visitamos Yafo (la Jaffa de Napoleón, la primitiva ciudad palestina que fue luego absorbida por Tel Aviv). Hoy en día es un agradable conjunto histórico, con una gran iglesia construida por los franceses y una pintoresca mezquita (foto). Cenamos allí mismo, en la terraza de un bareto cutre regentado por una enorme rusa rubia. Cervezas, humus, falafel, ensalada. Después de cenar, unas cervezas en Evita, el bar gay más popular. Poca gente, porque mañana es domingo y hay que trabajar. De vuelta al hotel, leemos un letrero en el escaparate de una tienda: "Se hablar Coordobés y Castellano"
¿Es ésto real?. Es real, pero me da la impresión de que es sólo una parte de la realidad. Es la “burbuja” que denuncia Eytan Fox en su última –e imprescindible- película (no dejéis de verla antes de seguir leyendo ésto). Esta gente bronceada que nos rodea está aquí ahora porque sus padres o abuelos vinieron de Europa y América huyendo de horribles persecuciones, de la discriminación, del rechazo. Quisieron construir un país nuevo y utópico para una nación imaginaria: Los judíos. Pero ¿qué son los judíos?. ¿Por qué razón alguien es “judío”?. ¿Por su raza? De ninguna manera. Frente a la aberrante opinión de los nazis, no existe una raza judía: Pueden ser altos o bajitos, morenos o rubios, de rasgos mediterráneos o germánicos o eslavos o africanos o indios quechúas. ¿Por su lenguaje?. Falso. El hebreo contemporáneo es un lenguaje moderno, inventado a partir de los textos sagrados. Los judíos de todo el mundo hablaban alemán yidish o español sefardí o francés o ruso, pero no hebreo. Eso era un lenguaje raro, apenas entendido, algo reservado para ceremonias religiosas –como el latín de las misas de mi infancia. Si, indudablemente existe un origen común, una milenaria conciencia de grupo aparte basada en tradiciones y costumbres transmitidas de generación en generación.
Y la religión. Si un argentino –pongamos por caso, y es un caso muy frecuente- quiere emigrar a Israel, puede hacerlo libremente de acuerdo a los términos de la Ley de Retorno (copio y pego): “La Ley del Retorno, promulgada en 1950, garantiza a cada judío, se encuentre donde se encuentre, el derecho de ingresar a Israel como "olé" (judío que emigra a Israel) y devenir ciudadano israelí. Para los propósitos de la ley, "judío" es una persona nacida de madre judía o que se convirtió al judaísmo, y que no es miembro de otra religión”. De manera que el hecho diferencial definitivo es ése: la religión. El Estado de Israel –a pesar de su pretendida laicidad- es ante todo el Estado de los judíos que practican el judaísmo, no de los hebreos, no de los semitas, ni siquiera de sus propios ciudadanos.
De modo y manera que mis compañeros de chiringuito están aquí, tan modernos ellos, saltándose a la torera las restricciones del sabbath con su tanga de leopardo y su paquete de Winston en la mariconera, gracias a esos otros ciudadanos: Los de sombrero negro y tirabuzones. Ya que era el deseo y la necesidad de crear un estado para los judíos lo que llevó a la creación de Israel.
Comemos unos sandwiches rollo healthy en un bar de mucho diseño. Camareros guapos y simpáticos. Por la tarde visitamos Yafo (la Jaffa de Napoleón, la primitiva ciudad palestina que fue luego absorbida por Tel Aviv). Hoy en día es un agradable conjunto histórico, con una gran iglesia construida por los franceses y una pintoresca mezquita (foto). Cenamos allí mismo, en la terraza de un bareto cutre regentado por una enorme rusa rubia. Cervezas, humus, falafel, ensalada. Después de cenar, unas cervezas en Evita, el bar gay más popular. Poca gente, porque mañana es domingo y hay que trabajar. De vuelta al hotel, leemos un letrero en el escaparate de una tienda: "Se hablar Coordobés y Castellano"
7 comentarios:
me ha gustado mucho lo de "rapaz" y lo de "los chicos y chicas estallan de modernos" Esto último parece una frase sacada de una letra de La Buena Vida o Family.
M. es super-pro cocheautomáticos, si no tienía reprís sería porque era diesel o tenía pocos caballos...
rapaz.
(Del lat. rapax, -ācis).
1. adj. Inclinado o dado al robo, hurto o rapiña.
2. adj. pl. Zool. Se dice de las aves de presa, generalmente de los órdenes Falconiformes y Estrigiformes.
3. m. Muchacho de corta edad.
No me digas que no le venía al pelo!
la expresión "estalla de moderno" la decía mucho uno de mis amigos, referida al ya decadente imperio de la camiseta de lycra.
No puedo hablar porque no conduje, pero Alfonso se quejaba de lo del reprís. No era diesel. Puede que fuera mucho coche para poco motor. En cualquier caso, dile a M que los automáticos contaminan muchísimo más.
es que aquí, en galicia, rapaz se aplica a "mozalbete" (bué, aqui se dice "rapás", que hay seseo)
Mucho más? eso será porque es americano! ;)
pues a mí, que parece Gandía, jajajaja...
sip, es una historia curiosa, sin entrar a valorarla, la construcción de este país.
seguiremos leyéndote...
Eso será, jm, eso será!
Te los juro, Senses, que esa fue mi primera impresión de Israel: Como la playa de Gandía!
Queridas hermanas,
Vivimos todas molto impasientes por saber vuestras peripesias y andares por Jerusalen.A por el capitulo dois, pues...
Todo llegará. Todo a su debido tiempo, Liberata!
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