07 agosto 2010

Baden Baden (I)



“Madrid en agosto, con dinero y sin familia… ¡Baden-Baden!”
, dicen que dijo en alguna ocasión D. Francisco Silvela, ilustre prócer madrileño de hace un siglo.

Así que como es agosto, estoy forrado y tengo a Alfonso de vacaciones nilóticas, he decidido esta mañana muy tempranito salir de paseo, armado de mi cámara y como un turista más, decidido a disfrutar ese idílico Madrid agosteño.

Aprovecho para llevar envases a reciclar al punto limpio de mi calle, también llamado urinario público nº 1. Tres contenedores malolientes acumulan los residuos que los sufridos vecinos nos obstinamos en depositar. Papel, vidrio y envases, porque en el barrio no hay recogida de cubos amarillos, aunque pagamos la misma tasa de basura que en Chamberí o Salamanca. Alrededor, un revoltijo de residuos en estado sólido, líquido y gaseoso, orgánicos e inorgánicos.


“Es temprano” -me digo. “Pronto pasarán por aquí los señores barrenderos municipales para recogerlo todo, regar la calle y dejarla más limpia que una patena”. Y contento y feliz, emprendo mi recorrido turístico. Tomo el metro -línea 5- en Latina. La estación no tiene aire acondicionado y empiezo a sudar -suerte que me puse desodorante-, pero cuando llega el tren y subo al vagón el calor tropical se convierte en frío siberiano. Estornudo.

Salgo tiritando del suburbano en Alonso Martinez, a la plaza de Sta. Bárbara que tan gratos recuerdos me trae. Lo primero que veo es un informe retal de césped descuidado, rodeado por una cáscara parda de hormigón y herrumbre. Sobre el césped, los restos del botellón del viernes. Botes de refresco y botellas de pet vacías. La plaza ha sido reciéntemente peatonalizada adoptando una estética entre Ikea y Terminator. Se trata de dar un aire escandinavo y futurista al conjunto histórico del Madrid Isabelino.


Las viejas farolas de siempre han sido sustituídas por artefactos relucientes y robóticos, los románticos banquitos de piedra desgastada son ahora un poema dada; Y donde había un templete neoclásico que albergaba una pequeña librería de viejo se levanta un kiosko neomoderno de vidrio y acero con librería… y bar. Alrededor, un viejo palacio abandonado (nº 10 de la plaza) y algunos arbolitos enclenques recien plantados (en Madrid, árbol puesto es árbol muerto por falta de cuidados). Mucho más mejor asín.


No quiero caer en una infecunda nostalgia, así que bajo la calle Génova hasta Colón. Entro en la cafetería Riofrío, una de las poquísimas que resisten a la desaparición de la especie. Pido un café con leche y un croissant (ya dije que estoy forrado) y recuerdo como era la zona antes de que el alcalde Arias Navarro decidiera transformarla en “la plaza más bonita de Europa”. Yo era entonces un niño pequeño y me impresionó sobremanera el efecto de las piquetas sobre el palacio de Medinaceli. Recuerdo también los furibundos ataques de la prensa conservadora a Tierno Galván cuando remodeló la Puerta del Sol instalando las llamadas farolas “supositorio”.


Soy incorregible, otra vez la nostalgia me atacó.

3 comentarios:

Argo dijo...

Entre los incívicos ciudadanos y sus malos gobernantes... hay que ver como está este nuestro Madrid.

Vulcano Lover dijo...

Hombre, creo que te ensañas demasiado. No me gustan muchas de esas obras que se han hecho en Madrid, pero en general en Madrid se han hecho pocas obras bien hechas en lo que se refiere a urbanismo.
Y luego, que creo que te puede la nostalgia a la hora de argumentar, jajaja, pero en fin, es lógico.

Alfredo dijo...

Es cierto, Argo, muchos de nuestros convecinos carecen del más mínimo sentido cívico. Y así nos va.

Pues si, Vulcano, el paso del tiempo nos hace idealizar el mundo perdido. Pero eso no invalida (no del todo, creo yo) la crítica del presente.