02 marzo 2005

Cartas - Noviembre 1982


10/11/1982 – Hoy tengo cabocuartel voluntario. Y me dirás: ¿voluntario? Si, voluntario. Porque a las altas instancias se les ha ocurrido que nos aburrimos y han decidido programar toda una serie de festejos y actividades para tenernos ocupados. Como por ejemplo y por veinticinco pesetas cada una, las matinés de tiro, la monta de tiendas, las sesiones de pista americana... Total, que esta semana he decidido apuntarme a todos los servicios posibles para 1) evitar situaciones de peligro para mi integridad física, 2) intentar un pase de fin de semana. Por lo demás me aburro mucho y he decidido apuntarme a una autoescuela y aprender a conducir.

16/11/1982 – Hoy hemos tenido tiro, para variar. Por primera vez he tirado con pistola, una Star 9 mm. Parabellum. Está bien, porque siempre es útil saber manejar un trasto de éstos en el caso de que quiera asesinar a alguien. Y tengo una lista de candidatos. Mañana hay marcha guay del Paraguay. Me tomaré un Tepazepan, que soy cardiaco y por esta razón / no debo llevarme ninguna emoción.

25/11/1982 – Los del séptimo llamamiento no hacen más que licenciarse. Resulta que nuestro amado Komandante ha decidido que se licencien por turnos: primero los buenos y con diploma (un acto muy emotivo). Después los regularcitos. Y por último los malosillos y rebeldones. El resultado es una semana interminable con la horrible sensación de que unos se van y otros nos quedamos. Hay que vivirlo para entender lo perverso del plan.

26/11/1982 – Debido a mi triunfal semana de servicios concentrados, no he aparecido casi por la autoescuela. Estoy deseando volver a acelerar, ¡qué sinnndrome! Tanto Xavier como Santi atraviesan uno de sus momentos encantadores. Debe ser porque casi no nos vemos y no estamos tan hartos unos de otros. Lo que si voy a notar es la ausencia de algunos del séptimo, que me caían bastante bien y me ayudaban a pasar las largas mañanas del Charro.

30/11/1982 – Aquí estoy, en Tejares, a veinte bajo cero. Por suerte, creo que es la última vez que visito este adorable resort. Parezco una alcachofa, tanto por el color como por las capas de vestimenta. Esto no se parece nada a las fantasías épicas de Spandau Ballet, más bien a alguna novela deprimente de Dostoievski, por el ambiente invernal y por los personajes. ¿O es Kafka? Hay un Komandante-Jefe-de-dia que nunca viene –pero se le espera. En la FM suenan Mocedades –y después Yazoo (¡!). Para colmo me estoy leyendo "En la cripta" de H.P.Lovecraft. Creo que esta noche lo pasaré mal haciendo el relevo en la Casamata (apartada garita de la que se cuentan arcanas historias de muertos y apariciones). El-que-repta-en-la-casamata, Nyarlathotep, nauseabunda presencia arrastrándose en la fría oscuridad. ¿Qué rayos hago yo aquí, 30 de noviembre de 1982 a las 17:30h. y a –20 grados C, vestido de alcachofa y esperando al Komandante-Jefe-de-día? Santa Bárbara me mira y sé que algo sabe, pero le pregunto y ni se inmuta la muy esfingoide. La detesto.

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