Autobiográfico. Me sucedió en enero de 1997, cuando aún trabajaba en el departamento de Corporate Finance y estaba a punto de pasar a depender de la Biblioteca.
Son las seis y media de la tarde y ya hace una hora que yo debería estar en mi casa, pero estoy ocupado terminando de resolver un marrón. Rodrigo Alvarez de Lopetegui, director del área, enjaezado en su flamante traje de H.Boss entra en la sala y sin saludar, se sienta despreocupadamente en una mesa próxima a la mía. Se atusa la corbata de Hermès, descuelga el teléfono y marca un número.
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Borja, soy Rodrigo... ¿qué taal?... Oye, mira, que acabo de hablar con Charo y lo de la compra de los portugueses está hecho... Si, ningún problema político... No, porque ahora se compra y se dice que se mantienen las fábricas y los puestos de trabajo, pero dentro de tres años se declaran pérdidas, se cierra todo y nos quedamos con solares que valen mucho más, una vez recalificados... Oye, nos vemos esta noche y hablamos, tomando una copa, okey?... Un abrazo, Borja, hasta luego.
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Se echa hacia atrás un mechón rebelde y rubio que ha caído sobre su frente bronceada. Bosteza y se estira. Pone los pies (enfundados en lustrosos Bally) sobre la mesa de mi compañera. Suena ahora el teléfono en su despacho. Como no está la secretaria, lo recupera desde donde está repantingado.
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Hellooo... Si, soy yooo... Gonzalo! Qué alegría!... Si, no nos vemos desde el San Estanislao de Kostka... Y qué haces ahora?... Puenting, qué divertido!... Ah, fenomenal, fenomenal... Pues aquí tenemos un montón de trabajo... Si, precisamente ahora salen dos personas de este área y hay que sustituirlas... No, lo que hacemos va de Bolsa y tal... Mergers and Acquisitions, Ai Pi Ous, lo normal... Pero no importa, Gonzalo, NO NECESITAS CONOCIMIENTOS, lo importante es QUE ENCAJES!
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