Hay quien desprecia el Orgullo. Incluso dentro del ambiente. A lo largo de los últimos años he escuchado muchas opiniones en contra. Unos alegan una excesiva politización al servicio de los partidos de izquierdas. Otros, por el contrario, el carácter carnavalesco del evento, su frivolidad. Hace poco leí en un blog la expresión "cabalgata de musculocas".
Hay que decir que todas esas críticas tienen un poco de razón. Los partidos de izquierdas han aprovechado a veces el poder de convocatoria del Orgullo para apuntarse un éxito fácil en la calle. Pero es que sólo los partidos de izquierdas han apoyado después las reivindicaciones –y han cumplido sus promesas. Rajoy ha dicho que ellos hubieran hecho una ley mucho mejor. Vale, tuvieron ocho años para hacerla y ni tocaron el tema.
Musculocas. Pues vale, te podrán gustar o no, pero su visibilidad y su poder de convocatoria son innegables. Y gracias a gente como ellos –pienso en las travestonas que figuraban en primera línea en aquellas manifestaciones primitivas de finales de los setenta, principios de los ochenta- se han conseguido muchas cosas y si hubiera sido por otros, más discretos (y me incluyo, mea máxima culpa), seguiríamos con la Ley de Peligrosidad Social.
Nos vemos esta tarde. It’s raining men!
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