Lunes 11 de junio. Nos levantamos temprano y desayunamos en el bufet del hotel. El comedor está lleno de huéspedes. Una gran mayoría son judíos militantes. Ellos con kipás en la cabeza y aspecto de soldados de vacaciones, bastante sexis; Ellas sin arreglar, con un pañuelo atado cubriendo el cabello y faldonas hasta el tobillo, el antídoto de la lujuria. Se entiende la difusión de un cierto mito gay sobre la facilidad para ligar en este país. Lo que yo no entiendo –hasta que Alfonso me lo explica- es la total ausencia de fiambre en el bufet del desayuno. Yo sabía que los judíos no podían comer carne de cerdo y sus derivados. Pero esperaba encontrar ternera o pollo. Pues no: Según las complicadas leyes que regulan lo kosher, no se pueden mezclar de ninguna manera los lácteos con la carne. El sandwich mixto es superpecado, aunque el fiambre sea de pavo. Y una salsa de cabrales para el solomillo es el colmo de lo maligno. Se puede tomar, en cambio, un bocadillo de arenque con queso fresco (puagh). Bueno –digo yo-, pues podrían poner dos bufetes, uno kosher y otro para que los gentiles nos arrastremos por el lodazal del vicio. De ninguna manera –explica Alfonso-, eso implicaría tener dos cocinas y dos cocineros diferentes, ya que cocina y cocinero quedarían contaminados por la mera presencia de un producto impuro, o por la mezcla impura de dos productos permitidos separadamente. De hecho, tienen obligatoriamente dos vajillas y dos cuberterías diferentes, una para lácteos (milchik) y otra para cárnicos (fleishik). De todas formas tenemos hambre y hay un abundante surtido de bollos, cereales, huevos, quesos, verduras y frutas, asi que nos ponemos como el Quico. Cuando estamos terminando el café, me fijo en el grupo de chulazos de la mesa de al lado. ¡Han bajado a desayunar con el subfusil!. Y lo dejan colgado de la silla, como si fuera la cámara de fotos... Como diría Obélix, están locos, estos judíos!.
En coche a San Juan de Acre (Akko). Fue el último reducto del reino cruzado en Tierra Santa, hasta que los mamelucos conquistaron la ciudad en 1291. Por aquí paseaba su soledad doña Berenguela de Navarra (quien la mandaría salir nunca de Pamplona) mientras su maridito, Ricardo Corazón de León, se iba de franca francachela con sus amigotes. De población mayoritariamente árabe, tiene un interesantísimo casco antiguo repleto de iglesias, mezquitas, ruinosos palacios medievales, sugerentes callejones y hasta tres “khan” o caravansares. Una ciudadela, construida por los otomanos sobre las ruinas del castillo de los cruzados, y el pintoresco puerto completan el cuadro.
Dejamos aparcado el coche en un parking a la entrada del casco viejo. Apenas hay turistas. Visitamos la mezquita de Al Jazar y comenzamos a internarnos en el laberinto de callejuelas, pero entonces Alfonso se da cuenta de que ha perdido las llaves del coche. Rebuscando en mi mochila, se me cae el sombrero anti-solar sobre un hermoso esputo. Desandamos el camino y las llaves reaparecen en su sitio: colocadas en el contacto del coche, listo para arrancar (más paciencia que el santo Job, es lo que yo tengo). Reanudamos la visita. Recorremos el “tunel de los templarios”, un subterráneo que construyó la Orden del Temple para comunicar distintas partes de la ciudad, y comemos en un restaurante que ocupa un edificio medieval sobre el puerto pisano. Cervezas, aceitunas, calamares (evidentemente no es un sitio kosher) y pinchos de pollo. Mediterráneo. Mientras comemos, podemos ver como unos chicos árabes se arrojan al mar desde lo alto de un farallón, parte de las derruidas murallas.
Tras visitar la ciudadela, bajo la cual los arqueólogos han recuperado varias estancias góticas de los cruzados, partimos hacia Safed, pueblo en las montañas que nuestra guía recomienda con entusiasmo. De camino, intentamos encontrar el castillo de Monfort, uno de los muchos que jalonaban la cadena de fortificaciones de los cruzados. Nos perdemos y preguntamos a un paisano, que agita su garrote y se mete al coche sin preguntar, señalando al frente como diciendo “yo os llevo”. Tras recorrer unos kilómetros nos hace señas de que paremos. Se baja del coche y nos señala hacia la derecha. “Monfort!”. Pues tampoco está allí, pero el hombre se ha ahorrado unos kilómetros de caminata con el autostop.
Safed: Un entorno prometedor, suaves colinas, vegetación mediterránea. Pero al llegar se nos cae el alma a los pies. Es un espanto, un horror de hormigón armado y chalés prefabricados que parece sin embargo satisfacer todas las necesidades turísticas del judío integrista medio (está abarrotado de ellos). Tras recorrer brevemente los lugares recomendados por la guía, salimos huyendo de vuelta al hotel.
Al llegar, Alfonso descubre que ha perdido su teléfono móvil. Esa misma mañana lo había usado cuando estábamos en el vestíbulo del hotel. Preguntamos en recepción, pero nadie sabe nada. Cena en restaurante chino-kosher “Pagoda”, el local de moda.
En coche a San Juan de Acre (Akko). Fue el último reducto del reino cruzado en Tierra Santa, hasta que los mamelucos conquistaron la ciudad en 1291. Por aquí paseaba su soledad doña Berenguela de Navarra (quien la mandaría salir nunca de Pamplona) mientras su maridito, Ricardo Corazón de León, se iba de franca francachela con sus amigotes. De población mayoritariamente árabe, tiene un interesantísimo casco antiguo repleto de iglesias, mezquitas, ruinosos palacios medievales, sugerentes callejones y hasta tres “khan” o caravansares. Una ciudadela, construida por los otomanos sobre las ruinas del castillo de los cruzados, y el pintoresco puerto completan el cuadro.
Dejamos aparcado el coche en un parking a la entrada del casco viejo. Apenas hay turistas. Visitamos la mezquita de Al Jazar y comenzamos a internarnos en el laberinto de callejuelas, pero entonces Alfonso se da cuenta de que ha perdido las llaves del coche. Rebuscando en mi mochila, se me cae el sombrero anti-solar sobre un hermoso esputo. Desandamos el camino y las llaves reaparecen en su sitio: colocadas en el contacto del coche, listo para arrancar (más paciencia que el santo Job, es lo que yo tengo). Reanudamos la visita. Recorremos el “tunel de los templarios”, un subterráneo que construyó la Orden del Temple para comunicar distintas partes de la ciudad, y comemos en un restaurante que ocupa un edificio medieval sobre el puerto pisano. Cervezas, aceitunas, calamares (evidentemente no es un sitio kosher) y pinchos de pollo. Mediterráneo. Mientras comemos, podemos ver como unos chicos árabes se arrojan al mar desde lo alto de un farallón, parte de las derruidas murallas.
Tras visitar la ciudadela, bajo la cual los arqueólogos han recuperado varias estancias góticas de los cruzados, partimos hacia Safed, pueblo en las montañas que nuestra guía recomienda con entusiasmo. De camino, intentamos encontrar el castillo de Monfort, uno de los muchos que jalonaban la cadena de fortificaciones de los cruzados. Nos perdemos y preguntamos a un paisano, que agita su garrote y se mete al coche sin preguntar, señalando al frente como diciendo “yo os llevo”. Tras recorrer unos kilómetros nos hace señas de que paremos. Se baja del coche y nos señala hacia la derecha. “Monfort!”. Pues tampoco está allí, pero el hombre se ha ahorrado unos kilómetros de caminata con el autostop.
Safed: Un entorno prometedor, suaves colinas, vegetación mediterránea. Pero al llegar se nos cae el alma a los pies. Es un espanto, un horror de hormigón armado y chalés prefabricados que parece sin embargo satisfacer todas las necesidades turísticas del judío integrista medio (está abarrotado de ellos). Tras recorrer brevemente los lugares recomendados por la guía, salimos huyendo de vuelta al hotel.
Al llegar, Alfonso descubre que ha perdido su teléfono móvil. Esa misma mañana lo había usado cuando estábamos en el vestíbulo del hotel. Preguntamos en recepción, pero nadie sabe nada. Cena en restaurante chino-kosher “Pagoda”, el local de moda.
4 comentarios:
¿Mi tocayo tiene cierta tendencia a perder cosas?. Que viaje más entretenido, me muero (otra vez más) de la envidia.
que imagen más erótica la de esos mozalbetes tirándose al mar. ...estos calores que me tienen obsesionado, monotemático.
lo de los fusiles tiene que impresionar. hicistéis bien la digestión?
un abrazo.
Me he puesto al día. Confieso que no he entendido bien eso de la facilidad de ligar. ¿Es así?. ¿Por qué?. Creo que lo más interesante (Jerusalén) está por llegar... Interesante sólo desde el punto vista monumental e histórico quiero decir.
Saludos.
Tu tocayo es un desastre perdiendo cosas, Argo. Si a eso le unes mi natural tendencia a olvidar lo más fundamental, pues ya ves que bien!
Pues tenías que haberlos visto en directo y de cerca, Senses. Estaban como el pan. La digestión, un poquito pesada -por el susto y el empacho de "humus".
Yo no lo he catao, Castor, que soy un hombre casado, pero se dice, se comenta que Israel -y en concreto Tel Aviv- es uno de los sitios con más cancaneo gay del mundo. Como en casi todas partes donde conviven un fuerte tabú sexual con una acusada permisividad en la práctica. Lo de Jerusalén está a punto de llegar...
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