Soy madrileño. Mi padre era vasco. Mi pareja es de Toledo. Hice la mili en Salamanca. Varios de mis mejores amigos son catalanes o viven en Barcelona. He veraneado muchos años en las playas de Valencia y Alicante. Conozco bastante bien Andalucía y en Sevilla me siento como en casa. Me han conquistado en Galicia y, si alguna vez me pierdo, podeis encontrarme en alguna playa de Asturias. Adoro la torta del Casar, los sobaos pasiegos, las ensaimadas mallorquinas y los plátanos de Canarias.
En resumen: soy y me siento tan español como el que más.
Y NO VOY A DEJAR DE COMPRAR PRODUCTOS CATALANES.
Porque considero que los nacionalismos son una tontería sangrienta. Todos los nacionalismos: el catalán y el español, el vasco y el finlandés.
Y me jode sobremanera contemplar determinadas demostraciones de inquebrantable adhesión a la (inalterable) Constitución de 1978 por parte de esos mismos que, en diciembre de 1978, votaron en su contra.
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