Ataque de nostalgia al recordar esos años. Mi primera incursión en Chueca. Mi primer concierto en el Sol. Rockola. Las primeras pelis de Almodóvar. Aplauso y la Juventud Baila. El 23-F. Si, soy un chico de los ochenta –nada que ver con la deleznable serie de tele5, pero indudablemente me tengo que identificar con la década que viví con intensidad de veinteañero. En 1980 nadie había oido hablar del sida y Madrid hervía a presión un cocidito de sex and drugs and rock’n’roll.
Mi nuevo trabajo de fin de semana en los distinguidos salones de la cadena "Lord Winston" me proporcionaba una pasta gansa, que dilapidaba en gran parte en salir por ahí. El trabajo era pesado pero divertido. Consistía en hacer muchas tomas de la mesa principal con los novios, los padrinos, etc., y después hacer un recorrido minucioso por cada una de las mesas para sacar al tío Nicasio y a la prima Puri. La cinta terminaba siempre con la bajada de la tarta nupcial con música de Star Wars y los novios bailando los pajaritos. Sacábamos de 7 a 10 bodas por fin de semana y a mi me pagaban a 3.000 pelas por boda, o sea que me juntaba unos 20.000 duros al mes, que en aquella época eran una fortuna.
En la universidad hacía ya los últimos cursos, en la especialidad de sociología, muy bonita pero "con pocas salidas". Poco me importaba, pues no me veía opositando ni de ejecutivo. En realidad no me veía de ninguna manera, prefería vivir al día disfrutando ese periodo mágico. Escribía, dibujaba, escuchaba mucha música –Radio España Onda 2, Radio 3, Radio Juventud- leía poco, muchos comics y revistas sobre todo. Iba al cine asiduamente, con Miguelón (toda la serie B de ciencia ficción, The Rocky Horror Picture Show, El fantasma del Paraíso), con Jose Antonio (Wim Wenders, Herzog, mucho arte y ensayo) y con Jose Pablo (desde ET a Saló pasando por Woody Allen).
Una noche de julio de 1980 me armé de valor y me interné en los antros de Chueca. Hay que señalar que lo de antros no era entonces una metáfora, sino algo muy real. Concretamente empecé por lo más heavy, el auténtico y original Leather de la calle Pelayo. Creo que no estaba donde ahora está el New Leather sino un poco más hacia Augusto Figueroa, a la altura del Eagle. En realidad era un local dividido: la planta a nivel de calle seguía siendo un puticlú, mientras que el sótano era de mariconeo puro y duro. Fue llegar y besar el santo: conocí a Roberto, un chileno de mi edad que estaba como un pan. Aparte de guapo, era inteligente y simpático. Me llevó a tomar una copa al Ras, que acababan de inaugurar en la calle Barbieri. Fue un descubrimiento: diseño avanzado, excelente música y ambiente mixto-moderno predominando lo gay.
Otros antros de la época eran el Topxi (también llamado el Tomas, por el rápido acoso del camarero que te decía nada mas entrar: ¿qué tomas?), el LL (que había sido un cafetín hippie, el Sapo Verde), donde ponían pelis porno en super-8, el Catacumbas (ahora es una sauna, entonces era reducto de chaperos) y algo más tarde, el Cross y el Cruising.
Fuera de Chueca, mi local favorito era O’Clock, la disco más moderna del universo, totalmente gay y en pleno barrio de Salamanca (calle Hermosilla). Con pantalla gigante de vídeo, bolas de espejos, buena música y constante afluencia de guapos y famosillos.
1 comentario:
Joder, me han hablado tanto de estos garitos (en la musica, amigos, compañeros de trabajo...) que casi puedo hacerte un plano de todos ellos.
Me alegro de tu regreso. Besazo
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