Un mal día de 1979 recibo una carta del ayuntamiento. Debo presentarme en las oficinas municipales del Paseo del Prado para ser tallado como mozo del correspondiente reemplazo. Lo de ser "mozo" me hace mucha ilusión. El día señalado me presento allí con mis Abanderado bien puestos y procedo a rellenar formularios. En uno de ellos se me inquiere acerca de la religión que profeso. Dejo la casilla en blanco, alejando de mí la tentación de poner "pagano" o, mejor, "zoroastrista monofisita de culto siriaco". Me tallan (asombrándose de mi elevada estatura) y presento los impresos cumplimentados a la señorita funcionaria. Ésta, rubia teñida de cincuentaytantos y cara de mala digestión, repasa lo escrito con ojos expertos. De pronto, estalla: ¿Y religión, qué?... ¿Por qué no os da la gana de poner la religión?... A ver... ¿Tú estás bautizado?
Yo pienso un momento en la posibilidad de hacer valer mi recien adquirido derecho constitucional a no ser preguntado sobre ciertos temas, pero me atengo a lo práctico y respondo que si, claro, como todo quisqui. Entonces ella escribe con grandes letras en mi ficha:
C. A. R.
- y éso, ¿qué quiere decir?, pregunto.
- CATOLICO, APOSTOLICO Y ROMANO... Pues faltaría más...
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