Una de las causas de mi terror a la mili era, sin duda, la situación política y el constante ruido de sables. La tarde del 23 de febrero de 1981 yo estaba en la facultad, en clase de Sociología. Entró uno de los chicos que hacía el doctorado y nos dijo que estaba escuchando en la radio la votación de investidura y que había aparecido un guardia civil pegando tiros. Nos pareció surrealista y nos echamos a reir. No obstante, el profesor dió por terminada su clase y nos aconsejó volver a casa. Aquella tarde una de mis compañeras estrenaba coche -un 850 cascadísimo de tercera mano- y carnet de conducir. Se ofreció a llevarme hasta Madrid y yo, que siempre he tenido tendencias suicidas, acepté. El caso es que nos montamos, conecté la radio para saber que había pasado y... ¡Sólo había música clásica y marchas militares! El mosqueo fue total. Según entrábamos en Madrid por la carretera de Colmenar, el tráfico se hacía denso e histérico y al llegar a Plaza Castilla todo era un inmenso atasco. Conseguí llegar a casa sobre las ocho y media. Mi madre, mi hermana y nuestra vecina Toñi se tomaban unas tilas. Y en ésto llegó mi padre con su histórico "¡Ya era hora!". Pero al día siguiente, todo se arregló. O eso parecía.
El caso es que las cosas no estuvieron nada claras hasta que los sociatas llegaron al poder. A principios de 1982 el gobierno de UCD se desmoronaba por todas partes. Al 23-F se añadía el caso del aceite de colza. Los militares seguían levantiscos, la extrema derecha convocaba sus 20 enes con toda tranquilidad. ETA seguía jodiendo.
En este ambiente, hacer la mili era arriesgarte a que te sacaran a la calle encima de un tanque a pegar tiros, o que te fusilaran por negarte a pegar tiros. Y yo nunca he sido un héroe.
Aparte de ésto y como reflexión personal sobre un tema histórico, tengo la impresión de que hubo muy pocos héroes en aquellos días. El 23 de febrero la gente no se echó a la calle para defender la democracia y sus representantes legalmente elegidos. La gente se encerró en casita a ver que decían en la tele. O salió corriendo por si acaso. Y es un tema que me cabrea repetir a los jóvenes que no lo vivieron y ahora van de republicanos: Si hubo alguien que nos salvó, ese fue sin duda el ciudadano Borbón. Porque vamos a ver: ¿a quién hacían caso los tenientes generales en cada Gobierno Militar, a las "masas" que habían tomado la calle, a una provisional junta de subsecretarios que encarnaba esa noche la legalidad del Ejecutivo, o más bien al rey, en su faceta de Capitán General? En mi modesta opinión, fue gracias a la Monarquía, que se salvó la República.
1 comentario:
buenas puntualizaciones, Alfredo.
Que buena serie, que no se acabe! :)
Publicar un comentario