17 de agosto. Cantidá de calor. Visita a Kurión. Era una ciudad en tiempos del imperio romano. Luego hubo terremotos, epidemias, invasiones, y fue abandonada. Bonita, por la situación, frente al mar. Nos encontramos con un matrimonio catalán, muy simpáticos. Nos recomiendan algunos sitios y nos dicen que a Nicosia (la capital) ni vayamos. Seguimos hacia Pafos, una de las ciudades importantes. Nueva decepción: es otra sucesión de urbanizaciones, hoteles y apartamentos sin orden ni concierto. No parecen tener el menor interés por la estética ni por el urbanismo. Comemos unos bocadillos y tomamos café en el puerto, el único lugar con algo de encanto. Luego visitamos la zona arqueológica contigua, repleta de bonitos mosaicos romanos. Hay también cerca un cementerio egipcio (ptolemaico), que resulta curioso sin más. Volvemos al hotel y esa noche cenamos en lo que queda (poco) del pueblo de Limasol. Es una zona bastante recuperada en torno al castillo y unos almacenes del antiguo puerto. Pido unos filetes de pescado y me traen una especie de merluza toda entera para mi.
Un poco de historia: Chipre ha estado habitada desde la prehistoria. Y desde entonces ha sido ocupada por todos los pueblos que pasaban por allí, dejando su poso en la cultura y en la raza. Fenicios, griegos, egipcios y romanos dominaron la isla en la Antigüedad. Luego, durante un largo periodo (de 330 a 1.191 d.C.) perteneció al imperio bizantino, si bien sufría frecuentes saqueos de los piratas árabes.
En 1191, Ricardo Corazón de León, en ruta hacia Tierra Santa para su Cruzada, conquista la isla a su último reyezuelo bizantino, se casa allí con Doña Berengaria de Navarra (pobrecilla, más le hubiera valido quedarse en Pamplona, ni cató al marido, que era gay) y vende la isla a los caballeros templarios, que a su vez la revenden a un personaje: Guy de Lusignan, el malo de "El Reino de los Cielos", que se corona rey. A partir de entonces, la familia Lusiñán gobernará Chipre durante casi doscientos años. Llenan la isla de castillos, iglesias góticas y caballeros franceses. Persiguen a los cristianos ortodoxos, que son mayoría entre la población autóctona, e implantan el culto católico.
Hasta que en 1489, Catalina Cornaro, la última reina, vende su posesión a los venecianos a cambio de un agradable retiro en la ciudad de los canales. Los italianos utilizan la isla como escala en sus rutas comerciales y la fortifican para defenderla de los turcos, pero finalmente estos últimos la invaden y toman Famagusta –la última posesión latina- en 1571. Los turcos expulsan o masacran al clero católico, pero mantienen a los ortodoxos griegos. De hecho, los sultanes de Constantinopla entregan parte de la gobernación efectiva de la isla al Arzobispo. Hay que explicar aquí que ya los emperadores bizantinos habían entregado la administración de Chipre al todopoderoso Arzobispado Autocéfalo. Las iglesias góticas se transforman de esta manera en mezquitas o son abandonadas, pero fructifican los monasterios y capillas ortodoxas.
En 1821 se inicia la revuelta independentista de los griegos frente a la Sublime Puerta. En Chipre se reprime sin contemplaciones, pero se refuerza el sentimiento nacionalista entre la mayoritaria comunidad griega. En 1878 el decadente Imperio Otomano cede la administración a los británicos, si bien mantiene nominalmente la soberanía hasta 1914. Gran Bretaña ambicionaba la isla para utilizarla como base de operaciones en su política de Oriente Medio. Por otra parte era una escala importante en la ruta hacia el Canal de Suez. Al estallar la Gran Guerra, los ingleses inician una administración colonial que durará hasta 1960.
A mediados de los años cincuenta, el gobierno de Atenas y la iglesia ortodoxa fomentan un nacionalismo exaltado entre la comunidad greco-chipriota. Se trataba de lograr la Enosis, la Unión con Grecia, aprovechando los procesos de descolonización que Gran Bretaña mantenía abiertos en su Commonwealth. Pero los británicos, instalados en la inacción, no tenían un plan claro de descolonización para la isla y, por otra parte, había un 20% de población turcochipriota que no aceptaba ser gobernada desde Atenas o por los popes ortodoxos.
Pronto estalla la revuelta de los grecochipriotas contra los ingleses: primero de forma pacífica, en forma de huelgas y manifestaciones. Pero surge una organización que hoy calificaríamos sin duda de terrorista: la EOKA, que inicia una campaña sangrienta. Los británicos no saben qué hacer: Deportan al arzobispo Makarios –que se ha convertido en el líder espiritual de los grecochipriotas- y comienzan a utilizar a turcochipriotas como tropas auxiliares para la represión, convirtiéndolos así en un objetivo para las bombas de la EOKA y cebando el odio entre las dos comunidades.
Cuando finalmente se concede la independencia (1960), nadie queda contento: formalmente hay una Constitución que ampara los derechos de las minorías y establece un complejo reparto de cargos en base a criterios étnicos. Pero los griegos pronto querrán abolir este sistema y los turcos comienzan a boicotear las instituciones para evitarlo. Así transcurren las cosas, más mal que bien –y siempre bajo la presidencia de Makarios, que actúa a veces como elemento moderador- hasta que en 1974, la Junta Militar que gobierna Grecia desde el golpe de los coroneles (1967) promueve un golpe de estado ultraderechista en Chipre. Makarios huye y se proclama un nuevo régimen bajo la presidencia de Nicos Sampson –un antiguo terrorista de la EOKA y agente de la CIA- que reclama la inmediata Enosis con Grecia.
A los cinco días, el ejército turco invade un 30% de la isla. Se da la extraña circunstancia de que un país de la OTAN (Turquía) emplea la fuerza militar contra uno neutral (Chipre) por su intención de fusionarse con otro país de la OTAN (Grecia). El fracaso obtenido provoca la caída de Sampson (y de sus amigos, los coroneles de Atenas) y el retorno de Makarios. Pero el mal ya está hecho: La isla queda dividida y comienza el dramático desplazamiento de las poblaciones. Los griegos se quedan en el sur y los turcos van al norte. Se proclama la República Turca del Norte de Chipre, estado que sólo es reconocido (inmediatamente) por Turquía. La ONU ocupa un estrecho pasillo de separación entre las dos zonas que atraviesa la capital, Nicosia.
En los últimos años, y ante el ingreso de la república grecochipriota en la Unión Europea, parecía que las cosas iban a mejor. Existía un plan diseñado por la ONU –que apoyaban tanto Grecia como Turquía- para la reunificación de la isla en un estado confederal. Se planteó un referendum consultivo en cada zona. Los turcos dijeron "si". Los griegos, "no".
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