26 de agosto: Nos levantamos muy temprano para ver algo de Larnaka antes de subir al avión. En esa ciudad está el aeropuerto. Visitamos la iglesia bizantina de Ayios Lazaros (San Lázaro, el de "levántate y anda", patrón de todos los zombis, que se vino por aquí a predicar y que aquí está enterrado, según la tradición). Llena de viejas beatas ortodoxas muy alborotadas por besar todas las reliquias con gran devoción. Luego buscamos la mezquita Hala Sultan Tekke, al borde del gran lago de sal junto al aerodromo. Desde la carretera vemos el lago, vemos la mezquita entre un palmeral. Pero no hay indicaciones ni modo de llegar allí. Después de perdernos tres veces, damos con el camino. La mezquita está cerrada y en obras de reconstrucción.
Una cosa que he observado en casi todos mis viajes es el intencionado olvido de determinadas secuencias del pasado de un país en aras de una homegeneidad histórica que cuadre con el nacionalismo dominante: Así, la primera vez que estuve en Turquía –las cosas han cambiado allí, para bien-, no interesaba mostrar el pasado griego de Estambul-Constantinopla. En Méjico y sobre todo en Perú, ensalzan todo lo azteca o lo inca, pero desprecian bastante el barroco colonial español. Casi nadie se libra: Aquí en este país entre Francia y Portugal que no es Andorra, tenemos el claro ejemplo de un Aznar que niega la españolidad de Avicena o Boabdil, o ese otro de los nacionalistas vascos que basan su poder en un mítico Euskadi que nunca existió y olvidan que Elcano –primus cicumdedisti me- trabajaba para el rey de España, o que San Sebastián-Donostia es así como es porque la pusieron de moda Alfonso XIII y la aristocracia madrileña.
Y con esta digresión termina el relato de mis vacaciones de agosto en Chipre. Aviso a los visitantes que me quedan 15 días de vacaciones que tomaré en noviembre. Así que amenazo con otro largo y aburrido relato. Eso si, será un poco más exótico...
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