18 octubre 2004

Debates

Cena de cumpleaños en casa de unos amigos. Cuatro antiguos compañeros de trabajo, sus parejas y N, amigo íntimo del matrimonio que ofrece el convite. Al comenzar los aperitivos, N pronuncia la palabra mágica: Zapatero. Nuestra anfitriona y cocinera, que ha preparado ricas viandas, ruega por favor que evitemos ese tema de conversación. Pero N insiste, picando, y rápidamente saltan 3 comensales a la greña política. Me callo por prudencia y por respeto a quienes me han invitado. Hasta que se aborda el tema del matrimonio homosexual y adopciones. Entonces, también yo levanto la voz. En unos minutos, somos nueve personas exaltadas dando gritos y profiriendo tópicos que responden a otros tópicos.

Habitual jornada de trabajo en la oficina. Tres mujeres de edad mediana y un servidor. De fondo, el sonido carraspeante de un transistor, pero no es Simplemente María. Es la Cope. Debe de estar hablando algún miembro del gobierno socialista porque de repente se elevan las voces sincronizadas de mis compañeras –como tres coléricas arpías- insultando al orador y repitiendo la consigna diaria que les marca "La Razón". Me callo.

¿Hemos perdido la cordura? ¿Somos tan incapaces de mantener una conversación civilizada razonando con argumentos nuestras posturas? ¿No es posible llegar a convencer al otro mediante la inteligencia y la razón? Pues no, porque hemos asimilado el estilo Tómbola en nuestras vidas cotidianas: El que más alto grita es el que dice la última palabra.

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