"Que vivas tiempos interesantes". He leído en algún sitio que esa es la peor maldición que te puede echar un oriental. La verdad es que aquellos fueron años transcendentales para la Historia y muy aburridos para mí. Empecé la carrera de Económicas un mes antes de la muerte de Franco y ese primer trimestre apenas hubo clases. Después de haber vivido la experiencia del instituto, la universidad me reservaba grandes decepciones. El nivel de la gente era penoso, sus únicos intereses parecían ser el fútbol y las partidas de mus en el bar de la facultad. Luego estaba el grupito de los radicales, tan progres tan progres que no se mezclaban con la gente normal. Y los pijos, que ya entonces esquiaban en los Alpes. Los primeros acabaron siendo altos cargos directivos de compañías multinacionales, los segundos se engancharon en la coca y en cosas peores durante los ochenta y ahora viven en la calle.
Todos mis amigos habían elegido otras carreras –filosofía o derecho la mayoría- y se fueron alejando: se echaban novias o salían con los de sus facultades. Así que me quedé bastante sólo y aburrido. Me encerraba en mi habitación tardes enteras para estudiar y lo único que conseguía era divagar. Inventaba logotipos, escribía guiones de películas, fantaseaba historias imposibles.
Todos los días tomaba el tren de cercanías en la estación de Recoletos para llegar a la Autónoma. Con el tiempo, tenía un catálogo de caras conocidas entre mis compañeros de trayecto. Había un chico de mi clase que me parecía muy guapo y que pensaba podía ser ligable. Era muy amigo de otro tipo que parecía el repelente niño Vicente. Una tarde, al regresar a casa en el tren se me dirige el niño Vicente y empezamos a hablar. Muy simpático y tal. Yo encantado con la posibilidad que se me abría de conocer al otro. De repente, sin venir a cuento, Vicentito me suelta: "me gustaría preguntarte una cosa que quizá te moleste". Embargado por la emoción le aseguro que estoy abierto a cualquier cosa. Atención, pregunta: "...Tu, ¿tienes mucha devoción a la Virgen María?". Atónito, contesto con evasivas. Y él me abre su corazón de par en par: "Es que yo soy de la Obra..." Y me invita a unas novenas y a una conferencia en la Bolsa de Madrid. Juro que me lo pensé, tan grande era mi desesperación.
En el verano de 1977 hago mi primer viaje por Europa con mochila y billete inter-rail. París, Bruselas, Amsterdam, Londres y otra vez París. Con JP y Jesús, otro amigo del Ramiro con el que seguía teniendo contacto. Buenos chicos, tan formalitos que con ellos es imposible salirse de las rutas turísticas señaladas. Al volver, ya enfermo en el interminable trayecto Irún-Madrid, descubro que he agarrado el sarampión. Mes y medio de cuarentena que dedico a la lectura de La Montaña Mágica.
2 comentarios:
Entraste en la Obra? Tienes una vida muy interesante, creo que ya te lo he dicho antes, pero es que me enganché a tus memorias.
Un besito
No, Lulamy, no valía para eso... pero si que acudí a un par de conferencias sobre economía en una residencia-palacio de los opusinos: Lujo señorial y hermosos efebitos. A raíz de aquello me estuvieron dando el coñazo durante un par de años.
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