En la primavera de 1978 ya no aguanto más. Tengo que ligar como sea y quitarme de encima esa casposa virginidad que me está volviendo loco. En la Guia del Ocio, en la última página, hay una sección de contactos donde a veces aparecen anunciados chicos que buscan chicos. Uno de ellos me hace gracia: "tío de 25 años con mentalidad de 35 y espíritu de 15..." Escribo una carta y luego de mucho pensarlo, la envío. Y el 8 de Julio, después de comer, recibo una llamada mientras veo la versión TVE de "Grandes Esperanzas". Se llama Miguel y quedo con él en la puerta de Alcalá, frente al Retiro. La primera impresión no es muy buena: bastante calvo, algo gordito, aspecto corriente. Vamos a su casa, cerca de Orense, y tras una escueta conversación llena de timidez por ambas partes, pasamos a la cama. Que resulta un poco decepcionante debido a la mutua inexperiencia. Él se empeña en practicar en una sóla sesión todo lo que ha leído en un libro que se puede hacer. Y la cosa resulta demasiado fría. Pero cuando nos despedimos y salgo a la calle estoy eufórico, es como si me hubiera quitado un peso de encima.
Unos días después me vuelve a llamar y quedamos de nuevo en su apartamento. Esta vez estamos más relajados y nos contamos nuestras vidas. Él es de un pueblo de Alicante, tiene 28 años y es un genio de las matemáticas, fanático de la ciencia ficción y del glam rock. Posee super-equipazo de alta fidelidad y una nutrida discoteca, con todo Bowie, Kraftwerk, Eno y muchas más cosas interesantes. En un par de meses dejamos aparte el lado erótico –que no nos satisface a ninguno de los dos- pero reforzamos nuestra amistad, basada en mucho cine serie B, restaurantes chinos e interesantes conversaciones sobre todo lo divino y lo humano.
Un día me cuenta que ha conocido a un chico de San Blas, Luis. Tiene dieciseis o diecisiete años y su primer encuentro ha sido totalmente chusco. De película de Almodóvar, diríamos ahora, pero entonces a Almodóvar sólo le conocían en Telefónica. Parece ser que Miguel escucha una tarde aburrido la radio cuando sacan al aire una llamada. Es Luis, que está enfermo (en realidad convalece de una hepatitis) y se aburre e invita a merendar a cualquier chico que le oiga. Miguel no se lo piensa dos veces y se hace dieciocho paradas de metro. Cuando llega, merienda con Luis y su madre.
Poco después me lo presenta. Luis es delgado, moreno, guapete, pero me cae fatal. Va de moderno y enterado y en realidad me parece ignorante y pretencioso. Quién iba a decirme que luego seríamos inseparables.
Y no escribo más hasta dentro de unos días, que mañana me voy de vacaciones... a Perú.
2 comentarios:
Joder, qué envidia de viaje!
Pásatelo bien, a la vuelta aquí estaré esperando.
Perdón por desear que vuelvas, pero no lo puedo remediar, todos los días entro a ver si ya cuentas qué pasó con ese chico moreno, delgado, guapete, que va de enterado.
Bueno, que tengas buen viaje, pero vuelve.
Publicar un comentario